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Cerebro ¿Quién está a los mandos?

Se supone que el cerebro controla nuestro pensamiento y, en gran medida, nuestro cuerpo; pero ¿cómo hemos llegado hasta esa suposición? y ¿dónde está el centro de control?

En la antigüedad se suponía (algunos aún lo suponen) que el almapsique» en griego) era un principio invisible que sólo podemos experimentar a través de sus operaciones (pensamiento, recuerdos, …). La definición de alma mantiene un par de constantes desde Platón: es distinta e independiente del cuerpo, se encuentra ligada a él de forma accidental, existía con anterioridad y continuará existiendo con posterioridad. Aunque Aristóteles discrepaba de esta segunda característica.

Psicología: ciencia y especulación

Habitualmente se considera el año 1879 como el comienzo de la psicología y se sitúa en el laboratorio de Wilhelm Wundt. Wundt era filósofo, pero muchos fisiólogos de la época también trabajaban en sus laboratorios para intentar descubrir qué era y cómo se comportaba la psique humana. Desde entonces hasta hoy la psicología se ha caracterizado por una mezcla de ciencia y teorías meramente especulativas, con mayor o menor carga de una u otra característica según la escuela o corriente de que se trate.

En honor a la verdad, hay que reconocer que la dificultad de la psicología para establecerse claramente como una disciplina científica procede de su sujeto de estudio. No está muy bien visto realizar experimentos con seres humanos y tampoco es fácil estudiar el cerebro en vivo. Durante mucho tiempo sólo disponíamos de la observación del comportamiento, las repuestas subjetivas de los sujetos de estudio y alguna técnica como el electroencefalograma, que viene a ser como estudiar el mar observando las mareas. Quizá la fuente de información más valiosa fueron (y lo siguen siendo) los casos clínicos con lesiones cerebrales y sus trastornos.

El estudio del cerebro humano

quien-esta-a-los-mandos-brainEl estudio de algunos de los daños cerebrales producidos por traumatismos o tumores y los trastornos causados, supuestamente, por esa lesión en determinados aspectos de la conducta de los pacientes, ha sido la mejor y más fiable fuente de información durante años.

El caso más conocido y profusamente descrito fue el de Phineas Gage, un barrenero al que una barra de hierro le atravesó el cráneo mientras preparaba una carga explosiva en 1848. Phineas sobrevivió, de forma asombrosa para la época, pero su comportamiento resultó afectado, aunque, en apariencia, mantenía intactas todas sus facultades mentales. El caso se encuentra descrito tanto en la Wikipedia como en la mayoría de los libros especializados porque es el primer caso que se conoció y que pudo ser estudiado detenidamente.

En este mismo sentido existe un libro muy interesante de Oliver Saks titulado «Un antropólogo en Marte» en el que se relatan siete casos clínicos modernos de forma muy amena y perfectamente entendible por todos.

Afortunadamente ya no estamos a merced de la suerte, ya que en los últimos años la tecnología nos ha provisto de herramientas con las que podemos observar muchos aspectos del funcionamiento del cerebro en vivo. Ello ha supuesto la caída en desuso, por obsoletas e innecesarias, de muchas de las antiguas teorías especulativas y que se hayan hecho sorprendentes e inesperados descubrimientos sobre cómo funciona el cerebro. Sería muy extenso intentar abarcar más de uno de estos nuevos descubrimientos, por ello me gustaría comentar sólo uno: el cerebro funciona sin un sistema de control central, es decir, que «no hay nadie a los mandos» o como se suele exponer: no existe un «homúnculo» en ningún lugar del cerebro que sea el ‘yo’ que todos sentimos, sino que este sentimiento se produce de algún modo como resultado de la actuación coordinada de todo el sistema nervioso.
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«El módulo del yo es más bien un intérprete, un observador de lo que otros módulos hacen, un especialista en explicar lo que no controla. En realidad, el yo existe sólo como una ficción conveniente que nos sirve para dar sentido a lo que muchos procesos inconscientes nos obligan a hacer.» [Francisco J. Rubia «El cerebro nos engaña» pg. 129]

Hace referencia aquí J. Rubia al hecho de que la conciencia de la toma de una decisión es posterior a la propia decisión, una justificación a posteriori. De cualquier modo, no podemos perder de vista que, por muy inconscientes que seamos a la toma de decisiones, la parte inconsciente también forma parte de nosotros. A. Damasio expone la misma idea de otra manera:

«Quizá sea más fructífero pensar que nuestro robusto sentido de integración mental se crea a partir de la acción concertada de sistemas a gran escala mediante conjuntos sincronizados de actividad neural en regiones separadas del cerebro, que en realidad es un truco de sincronización.» [Antonio Damasio «El error de Descartes» pg. 118]

En definitiva, la existencia de un «Centro de control» parece hoy descartada, a la luz de lo que conocemos. Y lo que conocemos es que no existe ningún área del cerebro capaz de ejercer esta función:

«Mi principal argumento contra la idea de un área integradora en el cerebro es que no existe una sola región en el cerebro humano equipada para procesar, simultáneamente, representaciones de todas las modalidades sensoriales activas cuando por ejemplo experimentamos, al mismo tiempo, sonido, movimiento, forma y color en perfecto registro temporal y espacial.» [Antonio Damasio «El error de Descartes» pg. 118]

Por lo que creo que podemos terminar con lo que considero un buen resumen de J.Rubia:

«Se parte hoy, pues, de la opinión de que el cerebro está organizado en unidades que funcionan relativamente independientes, denominadas módulos, que trabajan en paralelo, … Estas unidades modulares suelen operar en la mayoría de los casos independientes de nuestro yo consciente y verbal. Al parecer, tenemos acceso al resultado del trabajo de estos módulos cerebrales, pero no a la elaboración misma de la información en ellos. … A pesar de esta interacción, los módulos no convergen en un módulo maestro, un gerente superior o central de mandos.» [Francisco J. Rubia «El cerebro nos engaña» pg. 111]

Grandes divulgadores expertos en la materia

Me resisto a terminar sin antes recomendar cualquiera de los libros de estos tres autores que, además de ser auténticos expertos en la materia, son también excelentes divulgadores claros y amenos:

  • Francisco José Rubia. Estudió Medicina en las Universidades Complutense de Madrid y Düsseldorf de Alemania. Es Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, Director del Instituto Pluridisciplinar de la Universidad Complutense de Madrid, miembro numerario de la Real Academia Nacional de Medicina​ y Vicepresidente de la Academia Europea de Ciencias y Artes con Sede en Salzburgo. Fue catedrático y Consejero Científico de la Universidad Ludwig Maximillian de Múnich. Subdirector del Hospital Ramón y Cajal y Director de su Departamento de Investigación, Vicerrector de Investigación de la Universidad Complutense de Madrid, Director General de Investigación de la Comunidad de Madrid y Miembro del Comité Ejecutivo del European Medical Research Council.

  • António Damásio. Trabaja junto a su esposa, la médica y profesora Hanna Damásio. Estudió medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Lisboa, donde completó su doctorado. Es profesor de la cátedra David Dornsife de Psicología, Neurociencia y Neurología en la Universidad del Sur de California, donde dirige el Institute for the Neurological Study of Emotion and Creativity de los Estados Unidos (Instituto para el estudio neurológico de la emoción y de la creatividad). Fue profesor de la cátedra M.W. Van Allen y Jefe de Neurología en el Centro Médico de la Universidad de Iowa.

  • Vilayanur Ramachandran. Estudió en el Stanley Medical College en Madras, doctorado en el Trinity College de Cambridge. Actualmente es director del Center for Brain and Cognition, profesor en el departamento de psicología y de neurociencias en la Universidad de California, profesor adjunto de biología en el Instituto Salk de Estudios Biológicos. Miembro del All Souls College, Oxford, y del Royal Institution, Londres (que también le ha otorgado la medalla Henry Dale).

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